lunes, diciembre 12

Fragmentos de una noche de luna llena

El destino se había empeñado en mantenerlos separados de una u otra manera.

Aquel día, Camila había salido de madrugada porque no podía dormir.

A la mitad de un pequeño patio de cemento se acomodo en una silla.

Se sentó a pensar mientras escuchaba aquella canción que algún día el muy emocionado había compartido con ella.

Su corazón aceleraba y desaceleraba con el solo hecho de pensar en él.

Mientras un monologo interno comenzaba:

“Me pregunto que estará haciendo… muy seguramente descansando plácidamente ya que es muy temprano. Esta quietud este silencio escandaloso, este brillo de luna, y el viento semicalido moviendo las ramas de los arboles… me lo recuerdan tanto…”

No hacia tanto frio como para usar la chamarra que aquella noche había usado como almohada, pero le traía al corazón una extraña comodidad. No podía hacer nada al respecto, era algo que definitivamente sabia que ya había sido escrito en el libro de su destino. Tenía una extraña seguridad, de que todo iría bien de ahora en adelante. El monologo continuo a la luz moribunda de una luna llena de diciembre, bajo las estrellas que miles de veces compartieron, con un aire desconocido entrando a sus pulmones…

“Creo que no importa la magnitud de lo que siento por él, ya que esto ha sido decidido por alguien más, y él sabe sus razones. Nuestros buenos momentos se convertirán poco a poco en bellos recuerdos que se quedaran para siempre en mi memoria. No puedo protestar, mientras duró, fue algo hermoso. Pero… esta ausencia suya me pesa demasiado, pensé que el tiempo la aminoraría pero… pero… ¿es triste usar la soledad como refugio no? Pero bien podría usarla de cobijo. ¿Me extrañara tanto como lo extraño aun? Quizá sea un 20% más de lo que me imagino. Su sufrimiento, su dolor, su pesar por mi ausencia… o quizá el haya continuado con su vida.
Como amaba que su vida a veces parecía que iba a un ritmo diferente al del resto del mundo…”

Sabía bien que el paisaje era algo extraño que no se repetiría si no que quizá mucho tiempo después o posiblemente nunca, así que lo quería disfrutar, era bello pensar en él, extrañarlo bajo este cielo conocido en una tierra extraña, con un aire desconocido llenando continuamente sus pulmones. La luna poco a poco había pasado de un blanco nacarado a un amarillo aperlado y su corazón había empezado a latir a un ritmo normal, quizá hasta un poco más lento.

Los minutos volaban como estrellas fugaces a su alrededor.

Mientras cavilaba en su triste condición y miraba la luna, algo que al parecer en primera instancia era un avión, comenzó a moverse, lo analizo pero las luces que comúnmente parpadean en un avión, este no las tenía, aquellas luces roja y azul.
Siguió su trayectoria en línea recta, hasta que se perdió la pequeña luz en forma de estrella por entre las copas de los enormes arboles.

Definitivamente estos momentos jamás se repetirían, eso estaba claro, la vida de campo no estaba hecha para ella, le daba demasiado tiempo para pensar y la voz de su interior se oía demasiado fuerte y claro.

Y mientras decía eso, el viento comenzó a soplar más fuerte y un halo de luz plateada rodeaba a los arboles detrás de los cuales a lo lejos se había ocultado ya la luna.

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